Desde el punto de vista aristotélico, el concepto de felicidad se refiere a la obtención del placer a través de una acción. Sobre la base de esta dimensión aristotélica se ha ido construyendo la sociedad de consumo. En este sistema, a través de los objetos de consumo, los hombres deberían obtener aquel placer que, de algún modo, se presupone para una cierta felicidad. La sociedad del consumo como nosotros la conocimos en Europa, desde la posguerra, es decir desde los años ‘50 hasta los inicios de esta crisis en 2008, prometió la obtención del placer basándose paradojalmente en mecanismos que producen constantemente infelicidad. Desear comprar ha sido un imperativo para la sociedad de consumo europea. Consumir y desear seguir haciéndolo por más que se posean ya muchos bienes. El problema no es la posesión de bienes sino la insaciabilidad: una promesa constante de algo que se debe desear y que una vez obtenido no da satisfacción y por eso reenvía a la necesidad constante de continuar en este accionar. Leer nota completa...
martes, 3 de diciembre de 2013
“LA GENTE FELIZ GENERA VÍNCULOS; LA INFELIZ COMPRA COMPULSIVAMENTE”
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